Esta semana estuve en Delfos y aceché un momento en que no había turistas para acercarme a la raja de la pitonisa, quiero decir a la grieta en la roca cerca de la cual se apostaba la pitonisa. La adivina sagrada se sentaba sobre un trípode bastante incómodo, como la banqueta de un bar de copas, y desde esa posición inhalaba los vapores sulfurosos que escapaban de la tierra, la putrefacción de la serpiente Pitón, y así alcanzaba el éxtasis místico que le permitía profetizar. Bien, me acerco a la pitonisa y le pregunto por mi futuro y el de la humanidad.
-Mal va –me contesta con voz tenebrosa-. Mal va: el mundo vuelve a estar en manos de los bárbaros y en las ágoras donde floreció la luz crece ahora la hierba y habitan los lagartos.
Se refería a la Grecia clásica, así lo interpreté yo, a los filósofos, a la democracia ateniense, con sus pegas y todo, a la cultura y a la luz. A los higos con nueces saboreados a la sombra de un olivo, en paz y sosiego, que precedieron a la hamburguesa en cartucho de papel devorada con prisas en un local diseñado para que los clientes consuman y se marchen lo antes posible.
-Si el mundo no tiene solución –le dije- ¿Hay una salida personal?
Se privó de nuevo, ahuecó la voz y me dijo: “El retiro. Huye del mal, rompe con todo.”
-¿A la Ibiza hippiosa con barba, coleta, camisón blanco y alpargatas? –propuse.
-Más lejos –respondió la voz tenebrosa- que a Ibiza también llegan los tres tenores.
-Los tres tenores ya no cantan juntos –argumenté-. Pasó el peligro.
-He dicho los tres terrores –me corrigió-: Bush, Blair y Aznar.
-¿Adónde emigro, entonces?
-Utopía -respondió–, o la Montaña de Azúcar, o el País de Jauja, o El Dorado. El Edén Terrenal, el Paraíso con sus cuatro ríos.
-La hemos jodido –pensé-. El paraíso de la Biblia está entre el Tigris y el Eufrates que es donde retumban las bombas del amigo americano.
Dejé un panecillo de ofrenda y me retiré apesadumbrado. La Pitonisa ignora que el Paraíso no existe, que todo está explorado, que no tenemos dónde refugiarnos de los tres terrores de Occidente y de los mil terrores de Oriente.