Arranca agosto, busca la sombra el perro, busca la sombra el veraneante y, en las siestas espesas de penumbra y botijo, la tele nos devuelve un día y otro, y otro también, las mismas sobadas imágenes del duque de Feria, de petardas playeras, de montes ardiendo, de augustos zánganos y de motos acuáticas homicidas. En las redacciones, en las unidades móviles, becarios investidos de reportero intrépido se esfuerzan en aderezar con adornos novedosos el guiso recalentado de las noticias del día anterior, pero la única noticia es que no hay noticias.

En agosto no hay noticias. Por eso los medios se vuelven tan repetitivos y le conceden importancia a acontecimientos y a personas que no la tienen. Antes, en los tiempos de la linotipia y el papel carbón, cuando no había noticia, el periodista echaba mano de la sobada carpeta donde se guardaban los recortes de la serpiente de verano. En tiempos de Franco, y aún antes, la noticia socorrida era la reaparición de la serpiente de verano. En llegando el calor, el monstruo del lago Ness (de cuyo turismo viven allá) asomaba fuera del agua su cabecita serpentina y dejaba un rastro de noticias comentarios, chistes y controversias del que se nutrían periódicos y lectores hasta la vuelta de las vacaciones.

La primera noticia de la serpiente marina es la de los dos ejemplares que devoraron a Laocoonte y sus hijos en las playas de Troya, según el famoso grupo escultórico describe con espeluznante realismo. No obstante, la primera descripción científica de la serpiente marina la hizo el comandante Lorenz von Ferry en 1745. Desde entonces no han parado de verla, casi siempre en verano, personas dignas de crédito y hasta marinos expertos, así que no es para tomársela a broma. El almirante alemán Hollmann vio una en julio de 1883 en la costa occidental de África y la consignó en el diario de a bordo “alzaba la cabeza casi veinte pies por encima del agua y el resto del cuerpo formaba ondulaciones.” Hace treinta años mi admirado autor de cabecera Alvaro Cunqueiro escribió un artículo en el que profundizaba en la psicología de la serpiente marina y llegaba a la conclusión de que “algunas cuestiones que diremos hispánicas, el cambio, la reforma fiscal, las quinielas, el fraude alimentario, etcétera, a las serpientes de mar no les dan cuidado”.