La antropóloga Helen Fisher ha escrito un libro en el que demuestra que el cerebro del hombre y el de la mujer son muy distintos debido a cientos de miles de años de aprendizaje divergente. No quiero marear con el recuento de andrógenos, estrógenos, hormonas y conectores hemiféricos cerebrales: la conclusión del estudio es que si el hombre supera a la mujer en fuerza física y agresividad, la mujer tiene más aguzados sus sentidos (tacto, vista, oído, olfato), tiene mayor capacidad comunicativa, con destreza especial para interpretar signos no verbales, puede hacer cosas simultáneamente, dispone de un pensamiento ramificado para enjuiciar en conjunto, tiene mayor capacidad que el hombre para planear a largo plazo y tiende al consenso frente al ordeno y mando masculino. Además envejecen mejor que los hombres y hasta rejuvenecen cuando se quedan viudas y se quitan el peso de encima. O sea, que las mujeres están mejor pertrechadas que los hombres para navegar por el mundo que se nos avecina.

El caso es que uno sospechaba todo esto, porque lleva mucho tiempo observando que las niñas nacen más enseñadas que los niños y que, como todo el que se dedica a la enseñanza ha notado, las alumnas son más trabajadoras, más constantes y más minuciosas que sus compañeros del sexo opuesto, sin ser menos inteligentes. O sea que, a igualdad de oportunidades, los resultados académicos de las mujeres superan los de los hombres. Sin embargo también es cierto que el ochenta por ciento de los pobres del mundo son mujeres, que dos de cada tres menores sin escolarizar son niñas, y que la tasa de analfabetismo femenino es mucho mayor. Esto se debe a que más de la mitad de las mujeres del mundo son ciudadanas de segunda, especialmente en los países de segunda (Existe una relación de causa-efecto, por descontado).

Las mujeres han caído tan bajo debido a circunstancias históricas: la perdida, hace sólo miles de años, de su poder económico las rebajó a la condicion de segundo sexo y las supeditó al hombre. Libre es el que gana dinero para mantenerse; si dependes de otro, eres esclavo.

Por eso casi todas son esclavas. Pero el libro de doña Elena Pescadora demuestra que el futuro les pertenece. Los hombres con dos dedos de frente deberían alegrarse también porque, a la larga, una compañera da mejor resultado que una esclava.