La noche que me dieron el premio Planeta, cuando una nube de periodistas y fotógrafos me rodeaba y yo intentaba balbucir algunas frases de agradecimiento, Terenci se abrió camino entre la muchedumbre, me felicitó y se abrazó a mí como si fuésemos amigos de toda la vida, al tiempo que me decía: “Disimula, hombre, y déjame que chupe cámara.”

Así conocí a Terenci, uno de mis mejores amigos, y cuando escribo estas líneas se me agolpan los recuerdos de quince años de amistad. Después, cuando yo publicaba un libro me llamaba para comentármelo, siempre con gran tino de lector y de escritor. En una ocasión, en el patio del hotel Alfonso XIII, se interesó por la cocina de mis novelas. Me pareció que la charla era un tanto intrascendente, como de sobremesa. A los pocos días me telefonea para agradecérmelo porque estaba aplicando algunos de mis métodos a la novela que se traía entre manos y le funcionaba. Él era así, agradecido a la vida y a los amigos, vital y, en el fondo, un poco triste, con esa conciencia más oriental que mediterránea de la fugacidad de todo. No en vano había escogido Alejandría, el lugar donde se fundían dos grandes culturas decadentes, la griega y la egipcia.

En una ocasión, Antonio Gala lo llevó al templo de Zeus que se asoma al vinoso mar griego, tan lleno de referencias literarias. La ascensión era penosa. A medio camino, Terenci decidió que no valía la pena continuar, se sentó a la sombra de un olivo y dejó que Gala continuase solo el camino. Unos turistas españoles que regresaban del templo lo reconocieron.

-¿Cómo? ¡Si es Terenci Moix! Qué alegría verlo. ¿Sabe que ahí, más arriba, nos hemos encontrado con Antonio Gala?

-¡No me digan! Y si siguen bajando hasta el aparcamiento se encontrarán con Camilo José Cela en el puesto de refrescos.

En fin. Era mi amigo y me siento muy apesadumbrado por su muerte. También, bastante escéptico por esas supuestas excluyentes últimas voluntades, que me parecen una manipulación política de su entorno. Esta mañana, en el mercadillo de la calle Feria, había viejas postales de artistas. Se las hubiera comprado si conociera su nueva dirección. Supongo que se ha reunido, después de tantos años, con Sal Mineo.