Los tesoros no son oros inertes, son como personas vivas que tienen voluntad y saben a quien darse y a quien no, como las damas esquivas y resabiadas de las novelas antiguas. En una revista inglesa especializada (los ingleses tienen revistas y aficiones para todos los gustos) aparece, entre la lista más o menos exhaustiva de los tesoros andaluces, el de Giribaile o Spelunca o las Cuevas, cerca de Despeñaperros, en un cerro pelado donde hay un castillo musulmán, una ciudad ibérica y un oratorio paleocristiano. En un lugar con tantas piedras sueltas fácilmente se colige que no será fácil dar con el tesoro, con mayor razón si el oro es, de por sí, caprichoso o lo guarda un moro encantado y gruñón, presumiblemente sin papeles, que se resiste a cederlo y quedarse en el paro. El inglés que me solicita información sobre Giribaile, don Bruce Wallhead, agente de seguros y tasador en la vida civil, ha investigado el tema a fondo y conoce la leyenda del señor Gil Baile, el propietario de estas tierras después de la conquista, mediados del siglo XIII, que pasaba por ser uno de los más ricos de España y hasta del mundo. Tan rico era, y tan vanidoso, que en la torre más alta del castillo se hizo esculpir esta divisa: De río a río todo es mío. Esta es la tierra de Gil Baile que no morirá de sed ni de hambre. Los ríos referidos son el Guadalén y el Guadalimar. El caso es que un día cabalgaba en solitario por sus dominios persiguiendo a un venado y se cayó en una sima de la que le fue imposible salir. Cuando lo encontraron, tres meses después, se había muerto de sed y de hambre.

Don Bruce Wallhead, el buscador de tesoros, cree que el oro está en la sima de Giribaile y que para encontrarla se puede usar una magia irlandesa muy efectiva que ha dado resultados a otros buscadores en Lisdoonvarna y en Loch Comain. El día de san Juan, todavía falta, sacará a pasear por el campo donde sospecha que está la sima del tesoro, a una doncella rubia desnuda con una copa de vino puro en la mano. Cuando la doncella pise sobre el tesoro, el vino desaparecerá, bebido por el moro encantado, y esa será la señal de que hay que excavar allí. La cosa no es tan fácil como parece. De aquí a san Juan tiene que encontrar una mujer que sea doncella; que sea rubia, y no teñida ni mechada (o sea, con mechas), y un vino libre de aditivos y química. Don Bruce se queja de lo jodido que se está poniendo esto de encontrar tesoros, pero eso es lo que hay.