Sobre lo de Marruecos, la verdad es que no tengo opinión. No sé si fue a Churchill al que le preguntaron “¿Qué opina usted de los franceses?” y él respondió, prudente, “No sé, no los conozco a todos”. Yo a los moros de Marruecos tampoco los conozco a todos. He recorrido unas cuantas veces el país, bello y mísero, y, lógicamente, he conocido a unas docenas de indígenas. Por lo general, la experiencia no es buena. Pululan por doquier bandadas de jovenzuelos y no tan jovenzuelos sin oficio ni beneficio que importunan al extranjero hasta que acepta a uno por guía (sólo entonces se retiran los otros). Entonces, el guía se pasa por el forro tus preferencias y lo que quiere es llevarte a un comercio de alfombras de un primo suyo donde cobra comisión por tus compras.

¿O sea, que tu opinión de los moros es negativa? Pues no. Una vez, creo que en Fez, pasé por la puerta de una modesta panadería en la que un viejo de barba blanca sacaba el pan recién horneado y lo iba apilando en la puerta de la calle. Le pregunté cuanto valía. “Coja uno”, me dijo. “¿Pero cuanto vale?” insistí, recelando el clavo. “No vale nada”, me dijo, “se lo regalo”. Y me lo puso en las manos, caliente, fragante y crujiente. Le quise dar unos dirhams, pero se negó a aceptarlos, y antes de volver a su faena me dijo: “Voy a seguir igual de pobre con unas monedas más”.

Luego está la historia común, llena de desencuentros y de horrores. Los moros traidores encuadrados en el ejercito español que en Annual se pasan al bando rebelde y asesinan a sus oficiales. Los más de diez mil soldados españoles masacrados, muchos de ellos ejecutados por asfixia, castrándolos y haciéndoles tragar los testículos, que les obturaban la garganta. Lo que pasa es que, cuando uno lo piensa, ese horror lo provocaron, en última instancia los oligarcas españoles que se querían enriquecer, aun más, explotando las minas del Rif y la chulería de Alfonso XIII que quería pasar a la historia como El Africano.

O sea, que no tengo opinión sobre Marruecos, salvo que de ahí puede venir mucho daño. Y en cuanto a la emigración, si hay que traer gente, creo que tenemos un compromiso con Hispanoamérica, españoles como nosotros (no hay más patria que la lengua). ¿Y los moros? Los moros que vengan, como íbamos nosotros a Alemania: con un permiso de trabajo, con todas las garantías, y con billete de regreso.